6.19.2007

historias de mi ventana II: el taoista onanista

Nunca me gustaron los triángulos amorosos, nunca se me dieron bien. No creo en mis posibilidades. Siempre dejo que se vayan con el otro. Soy un perdedor nato.
Necesito redimirme y he puesto mi energía en ello. Como ya soy buen chico quiero convertirme en buen amante, me puesto a hincar los codos. Al principio no me costó mucho: Capítulo uno: La energía sexual masculina está almacenada en su semilla. Uno de los secretos taoístas del amor, es la negación de la eyaculación con lo que evitamos la pérdida de energías y, lo que es más importante, te echas unos polvos de escándalo. Tras ese buen consejo decidí dejar de hacer lascivas visitas a páginas porno y no toquetearme mucho en la ducha. Todo fue bien hasta que conocí a Beta y a Rossana.


Estaba profundizando en mis enseñanzas orientales; incienso quemado, luz tenue, y respiraciones profundas para ver si era capaz de inspirar con los huevos, se supone que tus huevos suben y bajan y tus energías van directas al cerebelo. Estaba a punto de conseguirlo, mis huevos dejaban de dar campanazos para fluir energía ascendente, pero mi séptimo sentido me dijo que abriera los ojos. Allí estaban, divinas. Aunque me gusta mirar mucho por la ventana no me controlo al personal. Mi salida a la ventana es más una búsqueda de consejo a los vientos que por puro cotilleo. Cuando me dí cuenta de lo que estaban viendo mis ojos, mi mano y mi polla me llevaban unos centimetros de ventaja. ¡Dos mujeres desnudas dedicándose con pleitesía a todos los poros de su cuerpo! Yo las llamé Beta y Rossana. Beta venía de Grecia y tenía la nariz cortada, era delgadita y finita de cara, con el pelo corto y el pubis belludo. Rossana era italina, con carácter, fuerte y tetuda, morena y peleona.


Apretaba los puños por no cogerme la pinga, pero esos lametones... aquellos pezones... me la tenía saturada, se agarraban a la diosa venus, a ver quién era más bruta, se mordían los labios, se reían y se abrazaban dejándose la piel. Yo tuve que dejar el tao por una temporada, seguí estudiándo pero el propósito de no malgastar energía sexual lo olvidé por completo.
Beta, Rossana y yo teníamos una cita. Solía ser sobre las ocho, llegadas de la uni, después de la ducha y en tiempo de las cremitas. Eran dos hermosas niñas recién enamoradas que guardaban el secreto a sus compañeras de vivienda. Ellas no tardaron en pillarme mirándolas y me abrieron las cortinas, les encantaba verme en esa postura oriental, entre velas, machacándomela sin parar con el fin de aguantar.


Últimamente no me va mal, las observo sin miedo, disfrutando de su cuerpo, haciéndomelo, desde mi ventana, con ellas…; por lo menos aguanto media hora, que no es moco de pavo, porque…si…realmente… os contase… todo lo que veo…¡Buf! Me enciendo…

Ahora, puedo decir que me gustan los triángulos.

¡Qué me encantan!

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